02-01-2021, 12:15 PM
Para los jóvenes, una beca Erasmus es siempre un reto. Hay muchas emociones en juego. Por una parte está la alegría que supone el salir del propio país a estudiar fuera y conocer una nueva cultura. El Erasmus se percibe como algo con carácter de aventura por parte del universitario o estudiante de formación profesional que, no nos engañemos, tiene una vida más aburrida de lo que parece.
Estudiar fuera –aunque sea en un país con temperaturas bajo cero- es una cálida promesa de libertad para el estudiante universitario o de formación profesional que, casi siempre, vive con sus padres o comparte piso con otros estudiantes. Por otro lado, el arrancarse del hogar familiar o de la segunda familia en la que pueden haberse convertido los compañeros de piso puede implicar sentimientos contradictorios: nostalgia ante lo que se deja atrás e inquietud, curiosidad y alegría por lo que ha de venir en nuestro lugar de destino.
Es probable que los primeros días, en los que todavía no se ha adaptado uno al ritmo de las clases y a la cultura de relaciones sociales que allí impere el estudiante Erasmus se sienta solo e inadaptado. Es en ese momento cuando más puede echar de menos a la familia, amigos, compañeros de piso, ciudad, país y en muchas ocasiones la gastronomía. En muchos casos, las emociones negativas, paralizantes, se presentan antes de que hayamos salido de nuestro país.
“¿Seré capaz de manejarme hablando otro idioma?”
“¿Hablaré inglés o noruego? No sé ninguno de los dos”.
“¿Tendré problemas para hacer amigos?”.
Así, pueden surgir muchas preguntas parecidas que invaden al futuro Erasmus de angustia e inquietud y que muchas veces le llevan al bloqueo. Es una de las manifestaciones de lo que se conoce como “Síndrome Erasmus”.
Muchas preguntas invaden al futuro Erasmus de angustia e inquietud y le llevan al bloqueo, muchas emociones nuevas surgirán y se deberán trabajar para afrontar el erasmus de la forma más beneficiosa posible.
¿Qué consejos le daríais a un joven que se va de erasmus?
¿Cómo enfocar la búsqueda de nuevos amigos en un nuevo país empezando de 0?
Estudiar fuera –aunque sea en un país con temperaturas bajo cero- es una cálida promesa de libertad para el estudiante universitario o de formación profesional que, casi siempre, vive con sus padres o comparte piso con otros estudiantes. Por otro lado, el arrancarse del hogar familiar o de la segunda familia en la que pueden haberse convertido los compañeros de piso puede implicar sentimientos contradictorios: nostalgia ante lo que se deja atrás e inquietud, curiosidad y alegría por lo que ha de venir en nuestro lugar de destino.
Es probable que los primeros días, en los que todavía no se ha adaptado uno al ritmo de las clases y a la cultura de relaciones sociales que allí impere el estudiante Erasmus se sienta solo e inadaptado. Es en ese momento cuando más puede echar de menos a la familia, amigos, compañeros de piso, ciudad, país y en muchas ocasiones la gastronomía. En muchos casos, las emociones negativas, paralizantes, se presentan antes de que hayamos salido de nuestro país.
“¿Seré capaz de manejarme hablando otro idioma?”
“¿Hablaré inglés o noruego? No sé ninguno de los dos”.
“¿Tendré problemas para hacer amigos?”.
Así, pueden surgir muchas preguntas parecidas que invaden al futuro Erasmus de angustia e inquietud y que muchas veces le llevan al bloqueo. Es una de las manifestaciones de lo que se conoce como “Síndrome Erasmus”.
Muchas preguntas invaden al futuro Erasmus de angustia e inquietud y le llevan al bloqueo, muchas emociones nuevas surgirán y se deberán trabajar para afrontar el erasmus de la forma más beneficiosa posible.
¿Qué consejos le daríais a un joven que se va de erasmus?
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